CUARENTA Y SIETE VUELTAS AL SOL

Dicen que cuando cumples años el sol vuelve al lugar exacto del universo en el que se encontraba el día que naciste, dándote de nuevo la oportunidad de celebrar el día que tu alma nació bajo un disfraz humano para poder seguir evolucionando.

El dos de febrero del 2022 vuelvo a renacer ante la posibilidad de convertirme en una mejor persona. Son ya cuarenta y siete vueltas al sol y por primera vez en la vida estoy disfrutando del camino plenamente, serena y en calma, aceptando todos los cambios que mi ego va dando a medida que pasan los años. Hubo un tiempo durante este trayecto que corrí buscando respuestas, perdiéndome los paisajes que me mostraba la vida sin disfrutar de las vistas, negando la impermanencia de las cosas, entre ellas, ese vehículo o traje que había adoptado mi alma para tener una experiencia humana.

Aceptar el cambio de una manera amplia en todos los sentidos es algo urgente a desarrollar en una sociedad que nos vende la juventud y la permanencia de las cosas. Ser consciente del poder cíclico que como mujer tengo me ha ayudado a aceptar el cambio a nivel físico y emocional precedido siempre de los pensamientos. Esto me ha llevado a darme cuenta que las mujeres somos afortunadas cuando la premenopausia llama a la puerta dándote información de cómo van las riendas de tu vida, de si el camino que has tomado es correcto o si por el contrario debes de cambiar de tren y tomar otro destino.

No podría decir exactamente en qué momento cambió esa necesidad de querer saber y correr en busca de algo, por la tranquilidad de aceptar y caminar despacio, con la confianza y la alegría de saber que todo lo que necesito me es mostrado y concedido en el momento exacto. Pero lo que sí puedo afirmar es que ese cambio es fruto de las semillas plantadas en la esterilla que van dando la autotransformación de la que se habla en yoga. Mi práctica constante (Abhyasa) que intento vivir como algo que yo elijo libre y voluntariamente para ser más feliz, no como un sacrificio y olvidarme de las metas, objetivos o resultados de esa práctica (Vairagya), me han enganchado al yoga, produciendo algo mágico en mi vida. Atisbos de felicidad sin motivo aparente, y sentimientos de libertad bajo el disfraz de Silvia, (ese que se colocó mi alma hace cuarenta y siete años cuando abrió por primera vez los ajos en este momento de mi evolución, aquí en la tierra), alumbran mi camino ahora.

Si tuviera que expresar cómo me siento en este momento diría: “todo está en el lugar y en el momento perfecto, todo es yoga”

Si a todo esto le sumo que esta vuelta al sol la he dado desde mi bosque acompañada de buscadoras/es, ¿qué más podría pedir?

Silvia